Cantora, una herencia envenenada ha hecho perder la cabeza a Kiko Rivera. Pagaban bien y el chico necesitaba dinero. Por eso siguió el camino de aquel Judas que traicionó a Jesucristo en la Última Cena. Kiko, también conocido como Paquirrín durante su infancia, traicionó a su madre.
Respuesta a respuesta iba creando en su progenitora un personaje de madrastra de Cantora. Isabel era la madre que mentía, era la madrastra que negaba la herencia a los hijos de la primera esposa de su difunto marido, era la madre que no sabía querer a aquel Paquirrín que subía a los escenarios, era la abuela que no quería a sus nietos, era la hermana que mantenía al tío Agustín,... Nunca habíamos visto tantos trapos sucios lavados en Telecinco a la vista de los telespectadores que se olvidaban de cenar y se centraban en el espectáculo. Kiko Rivera odiaba a su madre.
No sé qué haríamos sin los famosos que nos entretienen con sus vidas contadas a golpe de talonario en las televisiones. Seguro que muchos se olvidaron de la crisis económica, de los cierres perimetrales que nos hacen para frenar el coronavirus y de los dramas que ocasiona el covid-19. Lo más importante estaba en la pequeña pantalla: Kiko Rivera, el niño crecido de Isabel Pantoja estaba traicionando a su madre. Recibía la llamada emocionada de su hermano de padre Fran Rivera. Su otro hermano de padre, Cayetano, le dedicaba un tuit de apoyo y de ánimo. También tenía al primo Canales dándole ánimos. Su hermana, la hija adoptiva de Isabel, no sabía muy bien qué hacer. Pero el prometido de Isa P., un marroquí que dice ser modelo, anda por ahí diciendo que su casi suegra es muy mala.
Habrá más capítulos. Kiko Rivera está haciendo caja. En una España sin fiestas a causa del coronavirus, los artistas tienen que reinventarse. Kiko ganará mucho dinero en sucesivos Sávame Delux. Telecinco también ganará mucho dinero con las audiencias subiendo gracias a los trapos sucios de Cantora.
Doña Jimena
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